Autor: Alvaro Andrade
En las últimas décadas el planeta experimenta cambios bastante acelerados, como el avance tecnológico o científico, pero desafortunadamente, no todos los cambios son positivos, fenómenos como las sequías prolongadas, erosión de los suelos, pérdida de biodiversidad, intensas lluvias, calentamiento de los océanos, desastres naturales, entre otras, son una clara muestra de la crisis climática que vive la Tierra en la actualidad.
Las ciudades y comunidades son los espacios donde se pueden apreciar las afectaciones directas que la crisis climática genera en el planeta, pero también son los espacios desde dónde se pueden gestionar alternativas y soluciones para mitigar los efectos. El que una u otra cosa suceda depende de qué tan bien se gestionen los riesgos relacionados a la crisis climática, tanto desde la administración pública, como desde la ciudadanía, academia y sector privado.
Las recientes afectaciones que experimenta Ecuador debido a las constantes lluvias como las inundaciones en varias ciudades de la costa, aluviones y derrumbes de tierra en zonas de la sierra. Así como otras amenazas latentes como la actividad permanente del volcán Cotopaxi o movimientos de tierra. Todas estas amenazas y afectaciones dan muestra de la necesidad de plantificar los territorios y comunidades incorporando un enfoque de gestión de riesgos y desastres frente a las afectaciones climáticas. Sin embargo, esta planificación es limitada o nula a nivel nacional, en el país una ley que atienda la gestión de riesgos y desastres y tampoco se ha definido buena gobernanza para atender estos temas.
Frente a esta situación, los gobiernos electos para el periodo 2023-2027, deben asumir con responsabilidad su rol por promover ciudades y comunidades sostenibles, inclusivas, justas y resilientes, donde se incluya a la acción por el clima y a la gestión de riesgos y desastres como parte de los ejes centrales de su planificación y visión de territorio. La planificación debe ser el motor central de los gobiernos locales, para plantear soluciones integrales, que no se vean como acciones aisladas, innecesarias, que no tienen continuidad o carentes de sostenibilidad.
Los temas relacionados con la acción por el clima, no se tratan únicamente de acciones a nivel técnico, es importante trabajar en la articulación de actores e involucramiento de la ciudadanía para generar conciencia sobre la necesidad de generar acciones para reducir los efectos de la crisis climática. Así también, es necesario contar con una agenda clara de contribuciones locales frente a la acción por el clima y de recuperación de los efectos adversos que se experimentan. De esta forma se pueden conseguir alianzas, atraer recursos de financiamiento y juntar voluntades para promover entornos más seguros y resilientes, que cuiden los ecosistemas y se anticipen a los riesgos y desastres que se pueden generar.
Es importante resaltar que no se inicia desde cero, a nivel internacional existen agendas, marcos, acuerdos y otros instrumentos de desarrollo, planificación urbana y acción por el clima que buscan aportar a la acción que gobiernos y ciudadanía pueden emprender frente a la crisis climática que el planeta experimenta. Entre los principales aportes se encuentran la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible con sus 17 ODS, también se ha trabajado la Agenda Urbana Hábitat III de la cual se desarrolló la Agenda Hábitat Sostenible Ecuador 2036. También existen marcos más específicos como el Acuerdo de París o el Marco de Sendai para la prevención de riesgos y desastres. Estos recursos son herramientas de mucha utilidad para que los gobiernos locales puedan desarrollar una planificación integral que aborde a todas las dimensiones del desarrollo sostenible.
La respuesta a nivel nacional para la reducción de riesgos y desastres, así como para hacer frente a la crisis climática, históricamente ha sido lenta e ineficiente. No se aprecia un plan de recuperación claro para ningún tipo desastre o afectación climática. Por lo tanto, es imposible hacer una evaluación objetiva del nivel de gestión y sus efectos a nivel social, ambiental o económico. Tampoco se ve una buena gestión para acceder a financiamiento climático.
Cada vez los desastres, enfermedades y catástrofes tienen una mayor relación con el deterioro de los ecosistemas, por lo que la acción por el clima debe ser un eje fundamental de la gestión y planificación de las ciudades y comunidades. No hacerlo puede ser un riesgo muy grande para los nuevos gobiernos locales. Además, es necesario que las acciones para hacer frente a las afectaciones de la crisis climática tengan un enfoque inclusivo considerando a las poblaciones más vulnerables, incluso teniendo un enfoque de género y derechos humanos, ya que las mujeres, niñas, niños y personas de la tercera edad suelen ser quienes experimentan mayores afectaciones.
Autor:
Alvaro Andrade
Economista, experto en Desarrollo Sostenible, Agenda 2030 y planificación multiescalar.
Director Ejecutivo de Investoria Foundation y Coordinador Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible región Andes en Quito – Ecuador (SDSN Andes).